¿Enganchados al móvil? Rompiendo el círculo de la dopamina

A finales de 2017, Chamath Palihapitiya, ex vicepresidente de crecimiento de usuarios de Facebook, reconoció sentir culpa al admitir que “los ciclos de retroalimentación a corto plazo impulsados por la dopamina que hemos creado están destruyendo el funcionamiento de la sociedad”.

Y es que, como sospechábamos, los teléfonos inteligentes y las redes sociales nos están convirtiendo en verdaderos adictos. Estas plataformas aprovechan los mismos circuitos neuronales utilizados por las máquinas tragaperras o la cocaína para que sigamos usando sus productos tanto como sea posible. ¿Cómo? Es sencillo. Los estímulos sociales positivos que se producen como consecuencia de la interacción que hacemos con el medio digital, a través de los likes, las notificaciones… hacen que nuestro cerebro libere un neurotransmisor llamado dopamina.

Este neurotransmisor, que resulta imprescindible para procesos como la motivación y el aprendizaje, produce también un efecto de placer o felicidad inmediata (aunque poco duradero). Por ello, es normal que nuestro cuerpo nos pida cada vez más de aquello que libere dopamina y le proporcione placer, aumentando paulatinamente las dosis y llegando a generar adicción.

Una vez puesto en marcha este mecanismo, como ocurre con cualquier adicción, hemos de dar al cuerpo lo que nos reclama. En caso contrario, sentimos ansiedad. ¿Cómo se produce esa ansiedad en el caso de la adicción al dispositivo móvil? En caso de una adicción grave, puede provocar múltiples problemas físicos y psicológicos que requieren su adecuado tratamiento. Pero si la adicción no es grave, lo que nos genera esta ansiedad es la necesidad de mirar el dispositivo recurrentemente, según unos patrones de comportamiento.  

¿Qué quiere decir esto? Que no vamos a sentir esa necesidad compulsiva en todo momento, sino asociada a unas situaciones concretas. Así, si nos encontramos en una situación en la que nunca usamos el teléfono (por ejemplo, haciendo deporte, en medio de una negociación importante, o en una actividad que nos produzca más placer del que nos aportaría la dopamina a través del uso del móvil), es normal que no sintamos necesidad de mirarlo. Sin embargo, sí resulta habitual que saquemos el dispositivo en cuanto estamos aburridos, o tenemos que esperar o simplemente tenemos un rato de relax.

Lo que ocurre es que, cuando nos vamos acostumbrando a consultar el dispositivo en esos entornos, ya sabemos cómo funciona la dopamina: genera un placer efímero demandando cada vez más y más dosis. Y entonces descubrimos que empezamos a mirar el teléfono cada vez en más situaciones: antes de irnos a dormir, nada más despertarnos, mientras vemos una película, andando por la calle e incluso conduciendo, a pesar de conocer el inmenso riesgo que conlleva.

¿Qué podemos hacer?

Si queremos evitar este incremento progresivo del uso del dispositivo móvil, evitando así que se desarrolle una adicción, debemos romper el círculo dopamina-ansiedad que produce.

¿Cómo? Sabemos que cuantas más veces lo miremos, más necesitaremos hacerlo, así que una buena práctica es reducir la cantidad de veces que miramos la pantalla del móvil. Para ello, nos puede resultar de mucha ayuda limitar su uso a una zona concreta de la casa o del espacio de trabajo. De esta forma, podremos dejar de asociar el resto de las zonas al uso del móvil y nuestra mente no nos lo pedirá con la misma intensidad. Así, por ejemplo, si dejamos nuestro móvil siempre en el salón o en el despacho, obligándonos a usarlo siempre en ese lugar, nuestro cuerpo se habituará a ello y no nos pedirá su uso para dopaminarse cuando estemos en otras estancias.  

Esta buena práctica, además, tiene otra ventaja añadida: si tenemos que desplazarnos a la ubicación reservada para usar el dispositivo, nos haremos mucho más conscientes del uso real que hacemos del mismo, repercutiendo también en la mejora de nuestros hábitos. 

Así que ésta es mi recomendación de hoy: limitar la movilidad del móvil. Reserva dos o tres espacios para usarlo en exclusiva, ¡y no te dejes engañar por la falsa felicidad que produce el uso compulsivo!