Como vimos en el primer encuentro, todos tenemos dos voces en nuestro interior que están continuamente en pugna. La mentalidad fija, que esencialmente juzga, evita riesgos y nos impide progresar; y la mentalidad de crecimiento, que entiende que el éxito depende del esfuerzo, que siempre podemos aprender y que el objetivo es tener la actitud de volver a intentar tantas veces como sea necesario.
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¿Qué es la mentalidad de crecimiento?
Carol Dweck, creadora del concepto de mentalidad de crecimiento, se refería a él como a las personas que creen que sus habilidades pueden mejorar a través del esfuerzo y la práctica. Algo así como la voz de la resiliencia y el amor por aprender; en contraposición a la mentalidad fija, como la voz del miedo y de la parálisis para no avanzar.
En base a estas definiciones, parecería obvio decidir cuál de las dos voces es la ideal, la que nos ayuda, nos beneficia y deberíamos elegir permanentemente. Sin embargo, el comportamiento humano es mucho más complejo y no funciona de forma binaria. Útil o inútil, bueno o malo…
Muy por el contrario, somos un volcán de emociones en permanente erupción. Ante cada situación nueva, cada fracaso o cada error cometido, la mente va a reaccionar de diferente manera, según el contexto, nuestro estado emocional en ese momento o las personas implicadas (aquellas que se vean afectadas por nuestras decisiones o creamos que nos van a juzgar por lo que digamos o hagamos).
Nuestro día a día se encuentra lleno de desafíos y no siempre nos sentimos preparados para superarlos. Es en los momentos de mayores dificultades cuando nuestra voz o mentalidad fija adquiere mayor fuerza y poder sobre nosotros. Parece que quisiera protegernos, pero en realidad no es así. Se trata del miedo que la alimenta para obligarnos a no exponernos a riesgos. Pero, si hay algo que caracteriza el avance de la civilización, es el hecho de asumir riesgos, y por eso es tan importante realizar actividades de mentalidad de crecimiento.
Nuestro liderazgo se debe caracterizar por entender el poder de las palabras, cómo influimos al comunicarnos y cuál es el mensaje que exactamente estamos enviando a nuestra gente. Tener clara la diferencia entre nuestras buenas intenciones y el impacto de nuestras acciones y mensajes, que no siempre están alineados.
¿Cómo desarrollar una mentalidad de crecimiento?
Los diálogos entre estas dos voces se suceden de la misma manera. Por ello, me gustaría compartir con vosotros cómo podemos desarrollar una mentalidad de crecimiento. Veamos por tanto cuáles son los pasos concretos en forma de reflexiones que debemos hacer:
Juzgar solo el hoy
¿Cómo estamos juzgando a nuestra gente? ¿Calculamos solo si hacen las cosas bien o mal, valorando su rendimiento en base a puntuaciones? ¿O, por el contrario, focalizamos nuestra atención en cómo mejorar, en cómo aprender más de la experiencia? En otras palabras, ¿estamos orientados a los procesos, apoyando a nuestra gente para que se entrenen en una actitud de mejora continua? ¿O solo juzgamos los resultados y la acción de hoy, con una actitud de evaluar y clasificar?
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¿Qué consideramos más importante, definir o juzgar a nuestra gente en función de si son inteligentes o no, si tienen o no talento? O, por el contrario, ¿enfatizamos el reconocimiento al esfuerzo y la perseverancia? Pensemos si tenemos una visión limitada a lo que pueden hacer hoy o si, como líderes, debemos tener una visión de mayor alcance y estimular la actitud de lograr los mejores resultados a través del trabajo y la constancia. Sólo con una mentalidad en crecimiento se puede enviar un claro mensaje claro de que siempre se puede mejorar.
Imponer o empoderar
¿Somos de la escuela del ordeno y mando? ¿Considero que mi propuesta es la única aceptable? ¿O empoderamos a las personas para que se responsabilicen de sus actos y decisiones?
Reflexionemos sobre nuestro estilo de dirección. ¿Decimos cómo se deben ejecutar las tareas o solicitamos propuestas y aceptamos sugerencias, reforzando el valor de las opiniones del equipo?
Competencia vs. colaboración
¿Soy de estimular la competencia en mi gente, me gusta que compitan para determinar quién es el mejor y establecer rankings?
¿O trabajo en codesarrollar áreas para apoyarse unos a otros y así poder crecer individualmente y como equipo? En definitiva, ¿mi mindset de crecimiento conduce a construir equipos o a destruirlos?
Actitud frente al error
Queda fuera de discusión que debemos buscar el éxito y alcanzar los mejores resultados. Pero, ¿cómo estamos estimulando ese camino al éxito? ¿Cómo lidiamos con los errores? Cometer y aprender de los errores, ¿es parte del proceso? ¿O al primer error cometido juzgo a mi gente como incompetente y les castigo de alguna manera? Ten en cuenta que, si mantenemos esa actitud, la consecuencia directa e inmediata es que las personas empezarán a ocultar sus errores o a buscar culpables fuera.
Ahora que ya sabes qué es la mentalidad de crecimiento, estas reflexiones son muy útiles para entrenarla en ti mismo y en tu grupo de trabajo. Son pasos que tendrán como consecuencia el desarrollo de equipos colaborativos, con una actitud de aprendizaje y de mejora continua. Solo de este modo se garantizan mejores resultados. ¿Lo intentamos?