Se trata de un centro neuronal ubicado en el hipotálamo, cuya misión es regular funciones críticas como el comportamiento, los niveles de hormonas, el sueño, la temperatura corporal o el metabolismo, entre otras muchas funciones.
En el año 2017, tres científicos estadounidenses (Hall, Rosbash y Young) ganaron el premio Nobel de Medicina por haber desentrañado “los mecanismos moleculares que controlan los ritmos circadianos”. Sus descubrimientos explican cómo las plantas, los animales y los humanos adaptan su ritmo biológico de manera que esté sincronizado con las revoluciones de la Tierra. Se trata de un mecanismo biológico muy antiguo, conservado a lo largo de toda la evolución.
Este mecanismo ayuda a explicar, por ejemplo, por qué las personas que viajan largas distancias por varias zonas horarias a menudo sufren desfase horario (jet lag). Pero, además, tiene importantes implicaciones para la salud: cuando se produce un desajuste crónico entre nuestro estilo de vida y el ritmo que marca nuestro reloj interno, aumenta el riesgo de enfermedades como el cáncer, enfermedades neurodegenerativas o trastornos metabólicos como la diabetes tipo 2. Asimismo, las disfunciones del reloj biológico se han relacionado con los trastornos del sueño, la depresión, el trastorno bipolar, la función cognitiva y la formación de recuerdos.
¿No es momento de poner en hora nuestros relojes?
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