La llave de la felicidad y los ciclos de la naturaleza

Foto: Anne Marthe Widvey-(CC BY-NC 2.0)

Cuenta la leyenda que Dios se sentía muy solo y, para superar este sentimiento, creó unos seres que le hicieran compañía. Pero estos seres sobrenaturales encontraron enseguida la llave de la felicidad y se fundieron con Él, por lo que volvió a quedarse solo. Entonces, después de una profunda reflexión, decidió crear al Hombre y buscó un buen escondite para que no pudiera encontrar la llave de la felicidad ni hallar el sendero hacia Él para fundirse con Él de nuevo.  No fue una decisión fácil: ¿en una gruta en el Himalaya?¿En el fondo del mar? ¿En otra galaxia? En cualquiera de estos lugares, el hombre la encontraría. De repente, se le ocurrió el lugar donde el hombre nunca la buscaría, y por eso, la escondió dentro de él.

El adviento, los ciclos de la naturaleza y la salud del ser humano

Hoy, primer domingo de Adviento, me gustaría seguir explorando contigo la conexión entre los ciclos de la naturaleza y el trabajo profundo, de cultivar conscientemente, aquellas virtudes que nos definen como seres humanos y que nos aportan una presencia en la vida y un bienestar, que no podemos alcanzar de ninguna otra manera.

Adviento significa “llegada” ( del latín: advenire), y es para nosotros un tiempo de esperar y de preparar aquello que deseamos profundamente con dedicación, tiempo, un hacer consciente y paciencia.

Si observas el calendario, faltan casi 4 semanas para la llegada del solsticio de invierno, la noche más larga de todo el año, que marca el instante en que la Tierra se encuentra en el punto más alejado del Sol. Es el primer día del invierno y unos 2-3 días después llegará la Navidad, donde desde los tiempos más antiguos, antes de la aparición de las religiones, ya anunciaba simbólicamente el renacimiento del día, del Sol. La Navidad simboliza el renacer de la Luz en nosotros y nuestro cuerpo, es como el portal de Bethelem, ese espacio físico en el que se da el nacimiento.

A partir de entonces, los días se van alargando y las noches se van acortando hasta el equinoccio de primavera, cuando la luz triunfa frente a la oscuridad y el día es más largo que la noche.

Como ya comentamos, el ser humano está regido por ciclos o ritmos internos, pero también está conectado a todos estos ciclos externos de la naturaleza, que se repiten año a año desde el inicio de los tiempos. Vivir en coherencia con ellos aumenta nuestras fuerzas generadoras de salud y bienestar, especialmente en los planos más profundos de nuestra existencia. 

Caminando del Tener al Ser

Y lo que este tiempo de mayor oscuridad externa nos trae, es un tiempo de mayor intimidad con nosotros mismos para conocernos mejor y, sobre todo, para cultivar aquello que somos. Como médico, considero una parte crucial en el camino de la conquista de nuestro bienestar pleno, tomar consciencia de esta parte sutil donde alimentamos a nuestro SER. Si te fijas, vivimos en una  sociedad donde nuestra mirada, atención y esfuerzo está dirigida, prácticamente siempre, al TENER: cosas materiales, estatus social o económico, reconocimiento, admiración o estima de la gente o compañías “tóxicas o sanas” pero que no me hagan sentirme solo o no querido. Y todo por miedo, pero de eso, ya hablamos otro día…

La importancia de cultivar el Ser

Quiero hablar de esto hoy especialmente porque son muchos los pacientes, familiares o amigos que me expresan síntomas de ansiedad, de desesperanza, de depresión, de apatía, de vacío, de infelicidad, de sobrevivir toda la semana esperando que lleguen esos 10 días de vacaciones o, simplemente, me trasladan que su vida carece de sentido. 

Cuando esto sucede, les pongo el ejemplo del pozo. Les cuento que nosotros somos como un pozo conectado al centro de la tierra. Tú puedes estar sacando, sacando y sacando agua del pozo para darla, para que otros beban, para ganar dinero con ella, para regar o para usarla en cualquier otro menester externo… pero si no ocupas un tiempo en observar cuánta agua te queda, qué calidad tiene, y vas parando y rellenando el pozo cuando haga falta, éste acabará secándose o se estropeará. Y ahí, aparece esa sensación tan profunda de sed, de ahogo, de vacío y de desesperanza.

Por desgracia, “nuestro pozo” no se puede llenar con cisternas externas, sólo puede llenarse desde dentro. Así que, para sanar ese malestar y salir de ese modo “supervivencia”, es importante adentrarse y encontrar ahí todo lo que necesitamos para que nuestra vida valga la pena ser vivida con alegría y felicidad. Aprovechemos las fuerzas sutiles que aparecen en estos ciclos externos de la naturaleza para coger impulso y adentrarnos en nuestro interior. No estamos solos ni desconectados del Todo.

Seguro que habrá miles de caminos para llegar al origen de la fuente donde emana esa agua simbólica, yo os comparto uno de ellos: cultivar todas las virtudes vinculadas a la VIDA de nuestro SER como la serenidad, la humildad, la veracidad, la ecuanimidad, el desapego, el valor o coraje, la sobriedad, la inocencia y la fuerza de la acción. 

Cuando trabajamos en esa dirección, somos capaces de alcanzar estados, que cada vez son más largos en el tiempo, donde reina la libertad, la esperanza, la sabiduría, la verdad, la confianza plena o la capacidad de amar sin condición a los demás y a nosotros mismos.

Te invito a aprovechar esta primera semana de Adviento para explorar cada una de estas virtudes y tu vínculo con ellas. Elige una para cultivarla en este tiempo y camina de forma consciente hacia tu nuevo re-nacimiento. Yo te acompañaré durante los próximos 9 domingos con cuentos, reflexiones o ejercicios que puedan serte útiles para cultivar cada una de las virtudes que nutren tu SER para que puedas encontrar la llave de tu felicidad.

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