Del orgullo a la humildad. Conquistando la segunda virtud

Se dice que era un mago del arpa. En la llanura de Colombia no había ninguna fiesta sin él. Para que la fiesta fuese fiesta, Mesé Figueredo tenía que estar allí con sus dedos bailadores que alegraban los aires y alborotaban las piernas. Una noche, en un sendero perdido, camino hacia un nuevo pueblo con su arpa y su mula, fue asaltado por unos ladrones. A la mañana siguiente alguien le encontró magullado y lastimado tendido en el camino y Mesé dijo con un hilo de voz: «Se llevaron la mula«. Y dijo también: «Se llevaron el arpa«. Y, tomando aliento, rió: «¡pero no han podido llevarse la música!”

Fuente: Cuento de Eduardo Galeano. Libro: La ecología emocional

Seguimos en este camino de descubrimiento personal a través del Ego, de las pasiones dominantes y de las virtudes del ser humano. Hoy vamos a explorar la virtud de la humildad, cuyo déficit es el orgullo

¿Empezamos viendo qué sucede cuando es el orgullo la pasión que nos domina internamente?

ENEATIPO 2: del amor condicionado al amor incondicional, deja de ser un “mendigo/a” emocional

¿Eres de las personas que siempre está ayudando o echando una mano al resto pero que, cuando tú lo necesitas, te sientes solo, triste y abandonado? Luego te observarás pensando “¿qué hay de lo mío?” o “con todo lo que hago yo por ti”…

Cuando vivimos desde el Ego y la pasión dominante del orgullo, ocurre que se produce un falso servicio: la visión del mundo que tenemos es que todo el mundo necesita nuestra ayuda y la damos, y la damos, y la damos hasta vaciarnos – nos la pidan o no-. Pero no lo hacemos desde una entrega y un amor incondicional, sino que se trata de una generosidad condicionada y acompañada de letra pequeña, de una lista donde registramos y guardamos cada cosa que hacemos por el otro para sacarla cuando se dé la ocasión. Ser buenos, buenísimos, fue una estrategia que hizo que desde pequeños fuésemos más mirados, amados, respetados o elegidos, y eso condicionó nuestro compartimiento, nuestro sentir y nuestro pensar.

El ego orgulloso es empáticocomplacientecuidadoradulador y establece relaciones dependientes donde predomina en su papel de salvador, pero que salta al papel de víctima o de verdugo cuando las cosas no salen como él quiere. Cuando el ego se ofende le cuesta mucho perdonar. 

La gran herida del orgulloso es tener la sensación de no ser una persona digna de ser amada y su mayor miedo es no ser amado o deseado por los demás. Le aterra estar solo, por lo que mendiga afecto y se vende por un abrazo o una atención. El gran problema es que no hay amor en el mundo entero para llenar el vacío que genera el no-amarse a uno mismo, y ahí está la salida sana del orgulloso: aprender a ocuparse de sí mismo, amarse primero a sí mismo para luego poder amar a los demás. Eso es la humildad: reconocer que uno también necesita del otro, que no es superior.

Verás que conforme vayas sanando la herida, serás capaz de ser cada día más dueño/a de tu bienestar.

Amarse y ocuparse de uno mismo como salida sanadora

Cuando la persona orgullosa observa y reconoce que ha venido a aprender a amarse a sí mismo y comienza a hacerlo, surge en ella este sentir: “me siento acompañado de mí mismo”. A partir de ahí, de forma mágica, su esencia se expresa y es generoso (pero sin condiciones en la letra pequeña del contrato), afectuoso, independiente, humanista, bondadoso, altruista, amoroso y se siente libre.  

Primeros pasos para caminar hacia la humildad

Si te has identificado empieza a trabajar en tu círculo de influencia, en aquello que puedes cambiar, o sea, tú mismo. Experimenta con estos primeros pasos, a ver qué sucede. 

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