De la vanidad a la veracidad, conquistando la tercera virtud

“Había una vez una familia de tres que tenía un burro y decidieron viajar por el mundo. La madre dejó que el hijo subiese al burro y, al pasar por el primer pueblo, todos criticaron el egoísmo del más joven. Así que decidieron que, en el siguiente pueblo, sería el padre, el más mayor en edad, quien subiría al burro. Entonces, lo criticaron por machista. Confusos, la familia decidió que en el siguiente pueblo los tres subirían juntos, pero un grupo de defensores de los animales los criticó por maltratar al burro con tanta carga. En la siguiente aldea, ninguno de los tres se subió, y además cargaron con las alforjas que llevaba el burro; fueron criticados por no hacer uso de la ayuda del animal. Así, continuaron su viaje buscando la manera oportuna de viajar la familia de tres con el burro, pero nunca hallaron la mejor manera para todos.”

Fuente: autor desconocido.

En este camino de autoexploración y autoconocimiento que iniciamos hace unas semanas, hay algo que me gustaría reflexionar contigo, tras la lectura de este cuento.

Siempre va a haber alguien que te juzgue, pero realmente ninguno de ellos tiene tiempo para pensar en ti. Así que es importante no darle tanta importancia, y mucho menos un lugar prioritario, a los juicios y opiniones de los demás. Amoldar tu vida a lo que cada uno de los de fuera puedan querer de ti, puede llegar a ser realmente agotador y asfixiante, ¿verdad? 

Todos, en mayor o menor medida, buscamos la aprobación, el reconocimiento, el cariño o la aceptación, así que… ¿qué te parece si hoy exploramos juntos la autenticidad, como virtud del ser humano?

Seguro que ya habrás imaginado cuál es el déficit de la autenticidad: se trata de la vanidad o la creación de un personaje camaleónico, según a quién o qué queramos agradar. ¿Profundizamos para averiguar quién eres, de verdad?

ENEATIPO 3: deja de pensar que la vida es una constante competición, una carrera o un concurso, céntrate en descubrir quién eres y VIVE.

Si te observas en el día a día, ¿eres de los que necesitas que te aplaudan, adulen, feliciten y valoren positivamente todo el rato? ¿De los que haces lo posible y lo imposible por conseguir el éxito en todas y cada una de las facetas de tu vida? ¿Crees que tus compañeros de trabajo te consideran un trepa? ¿Te gusta presumir y alardear de todo lo que consigues? ¿Es para ti el éxito lo primero? ¿Delegas en tus equipos, pero luego te cuelgas tú la medalla si sale bien, o te lavas las manos cuando las cosas salen mal? Si es así, leer este artículo puede ser interesante para ti y para tu entorno.

Todos podemos tener rasgos de vanidad, pero existen personas en las que se convierte en su pasión dominante y a las que les cuesta muchísimo dejar de hacer cosas que les lleven a conseguir el éxito. Estas personas se caracterizan por ser emprendedoras: pueden alardear de múltiples negocios que van a inventar o poner en marcha, pero te cuesta saber qué hacen exactamente. Son eficientesproductivosadictos al trabajo… pero no porque para ellos el deber sea lo primero, como en la ira, sino porque consideran el trabajo como el vehículo para ganar dinero y/o adquirir un determinado status social. Se envuelven en una capa deslumbrante y nunca te dejan ver lo que hay detrás, son camaleónicos y venden y se venden muy bien.

Y todo esto lo hacen, realmente, porque piensan que solo son en la vida aquello que consiguen, no lo que son. Creen que no tienen ningún valor por sí mismos. De pequeños, aprendieron que el mundo valora a los que consiguen éxitos e interiorizaron que debían lograr triunfos para ser amados; por eso, buscan en todo lo que hacen el éxito, el reconocimiento, el aplauso… a costa de cualquier cosa, como el cuidado de la familia, de los amigos o de los propios compañeros de trabajo.

Pero cuando el Ego vanidoso predomina y no llega ese éxito tan anhelado, la persona siente un terrible vacío, cayendo en la apatía, en la tristeza y en el abandono de sí mismo. 

El coraje por mostrarse auténtico como salida sanadora

¿Cómo podemos salir de esto y entrenar este déficit para convertirlo en una virtud? Ocupándote de ti, venciendo al miedo básico de “no tengo valor por mí mismo” y cambiando el rumbo.

Cuando la persona toma consciencia, coge las riendas de su pensar, de su sentir y de su hacer, y a través del valor y del coraje es capaz de reconocer este personaje o Ego, puede empezar a llenar su propio vacío desde dentro.

¿Cómo? A través del autoconocimiento, del autocuidado y de ser honesto consigo mismo y con los demás. Al echar abajo esa “capa deslumbrante”, puede empezar a descubrir la autenticidad que hay debajo y la plenitud empieza a brotar, porque no podemos dejar de ser lo que somos. Y, de esta manera, se va descubriendo que la felicidad no depende de los aplausos de los demás, sino de amarse a uno mismo, de respetarse y de ser coherente y estar en paz.

Cuando este viaje del héroe se va transitando, empiezan a florecer capacidades innatas del Ser de este eneatipo, como la honestidad, la motivación, el valor y el coraje, la autoestima sana, la capacidad de estimular a los demás como un buen líder, la admiración verdadera de los demás y el dejar de ser “vendedores de humo” para ser visionarios.

Primeros pasos para conquistar la veracidad

Así que, si te resuena lo que estoy contando y quieres cambiar las cosas, puedes por empezar por dejar de poner tu atención en lo externo y poner tu intención en descubrir qué hay de verdad en ti. Puedes empezar por algo tan sencillo como recargarte y llenarte de ti mismo, y así no tendrás tanta sed de reconocimiento y de amor de los demás.

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